Iba para paleontólogo musical pero ha acabado siendo el sacerdote más joven de la diócesis malagueña. El padre Juan Carlos Millán (Málaga, 1989) ha disfrutado de estos días como clérigo y como cofrade de base. El pasado viernes desfiló como preste junto a la Cofradía del Monte Calvario, de la que es hermano.
–Es su primera Semana Santa como sacerdote. ¿Cómo la está viviendo?
–Con muchas ganas. La cuaresma fue muy intensa en mi parroquia (Virgen del Carmen de Campanillas) con vía crucis, retiros espirituales, catequesis de niños y jóvenes… La Semana Santa es el complemento. Cuando eres cura acabas cansado de la cuaresma y antes a uno le encantaba, pero ahora estoy deseando que llegue la Pascua para descansar (risas).
–Es curioso que se celebre tanto la Pasión pero luego la Pascua de Resurrección pase un poco desapercibida…
–El cristiano de base va a las iglesias y celebra la Pascua. El fallo que veo en el cofrade es que se queda en el Viernes Santo. Al Resucitado se va si te despiertas con tiempo. La Pascua para el cofrade... como que no existe. Sí, queremos Sábado Santo, pero por hacer algo, no porque tengamos un sentido de que el Señor va a resucitar. Hay una parte de los cofrades a quienes llamo ‘cofrades ateos’ porque son cofrades desde el Miércoles de Ceniza hasta el día de su procesión, pero luego el resto del año no viven el sustento de esto y parte de culpa la tenemos también los curas por no acompañar a estas personas.
–¿Y esto no es una muestra de falta de formación?
–Totalmente. Y bastante grande. La mayoría de las cofradías, cuando te llaman para sus cultos, quieren que en la homilía hagas un pregón, que eches todo el incienso que puedas y que te revistas con todos los bordados que se pueda. Eso denota falta de formación, porque la cuaresma es el tiempo de la austeridad.
»Muchos quieren que el cura les diga lo que quieren escuchar, pero eso ya se lo dice su hermandad durante todo el año. Me dan mucha tristeza casos como el de las Penas o el del Cautivo porque el cristiano tiene que dar testimonio y ellos han dado un testimonio equivocado. Me gusta más que me llamen para una charla formativa que para dar un culto.
–¿Cómo ve la relación entre la iglesia y las cofradías?
–Falta contacto base. Las cofradías son un potencial muy grande de personas y la Iglesia se debería aprovechar, pero también ambas partes tendrían que agachar la cabeza. Hay que buscar caminos que unan. Si nos centráramos en eso, en Málaga cambiarían muchas cosas. No se pueden ver como organismos paralelos, sino como instituciones que pueden valerse la una de la otra. También afecta mucho que las cofradías tengan su sede fuera de las iglesias. Mi concepción de una casa hermandad es más como un almacén.
–¿Quién necesita más a la juventud: las cofradías o el clero?
–Las dos. Más de la mitad del clero de Málaga tiene más de 60 años y por su parte, la juventud tiene mucho que hacer y mucho que decir en las hermandades. Tenemos que tomar el ejemplo de cofradías que han pasado de una junta relativamente mayor a una junta joven, por ejemplo Salesianos o el Monte Calvario, que me ha impresionado mucho. No se pierde nada. Los mayores están perfectamente integrados y ambas partes trabajan juntos por aquello que se fundó. Esa convivencia es posible y necesaria.
–¿De niño se imaginaba que un día desfilaría como sacerdote tras un trono?
–Yo estudiaba piano y lo que me gustaba era tocar el órgano en las iglesias de las cofradías y, de hecho, empecé así y así sigo. Además nunca he sido de salir en una hermandad porque, si salgo en alguna, me pierdo el resto. Las dos únicas veces que he salido en una cofradía fueron en Santa Cruz, de timbal en el frente de procesión, y en 2014, acompañando a la Virgen de la Salud de promesa.
–¿A qué imagen le reza?
–De Cristos, le rezo mucho y le tengo mucha devoción a Nuestro Padre Jesús de Alhaurín El Grande. Me impresiona mucho que sea un Cristo vivo y refleja lo que es ser cristiano, que es cargar con tu cruz. Sin embargo, a pesar de que carga con ella, siempre tiene la cara serena. Y de Virgen, a Santa María del Monte Calvario. Esto viene por muchos motivos. En esta casa me han acogido muy bien siempre. Yo veo la ermita del Calvario como una casa de Dios, en la que todos somos hermanos unidos por nuestra madre. En los momentos de enfermedad o debilidad espiritual he recurrido a ella. La imagen me recuerda a la gente que hay alrededor y eso me lleva también a tenerle mucha devoción.
–Hace unos días nos dejó el obispo emérito Antonio Dorado Soto. ¿Qué recuerdo guarda de él?
–Es una persona que siempre que tenía un encuentro con él acababa riendo. Guardo con mucho cariño la carta que me escribió para pasar del grado ‘Introductorio’ a Primero en el Seminario, en la que se despidió así: «Tu amigo, tu hermano y tu obispo». Y así lo considero yo para mí. Además, mis diez años en el seminario menor fueron junto a él.
–Sus ordenaciones como diácono y como sacerdote han sido bajo el pontificado de Francisco. ¿Qué opina de la llegada del nuevo Papa?
–Veo una relación muy bonita entre Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Juan Pablo conoció el mundo, Benedicto fue el que, después de conocer lo que Juan Pablo recorrió, marcó las bases para que ahora Francisco lo lleve a la práctica. Francisco no ha cambiado nada sino que ha adaptado lo que había a una forma distinta para que llegue a más gente.
Fuente: religionenlibertad.com
por Marta Jiménez/DiarioSur
–Es su primera Semana Santa como sacerdote. ¿Cómo la está viviendo?
–Con muchas ganas. La cuaresma fue muy intensa en mi parroquia (Virgen del Carmen de Campanillas) con vía crucis, retiros espirituales, catequesis de niños y jóvenes… La Semana Santa es el complemento. Cuando eres cura acabas cansado de la cuaresma y antes a uno le encantaba, pero ahora estoy deseando que llegue la Pascua para descansar (risas).
–Es curioso que se celebre tanto la Pasión pero luego la Pascua de Resurrección pase un poco desapercibida…
–El cristiano de base va a las iglesias y celebra la Pascua. El fallo que veo en el cofrade es que se queda en el Viernes Santo. Al Resucitado se va si te despiertas con tiempo. La Pascua para el cofrade... como que no existe. Sí, queremos Sábado Santo, pero por hacer algo, no porque tengamos un sentido de que el Señor va a resucitar. Hay una parte de los cofrades a quienes llamo ‘cofrades ateos’ porque son cofrades desde el Miércoles de Ceniza hasta el día de su procesión, pero luego el resto del año no viven el sustento de esto y parte de culpa la tenemos también los curas por no acompañar a estas personas.
–¿Y esto no es una muestra de falta de formación?
–Totalmente. Y bastante grande. La mayoría de las cofradías, cuando te llaman para sus cultos, quieren que en la homilía hagas un pregón, que eches todo el incienso que puedas y que te revistas con todos los bordados que se pueda. Eso denota falta de formación, porque la cuaresma es el tiempo de la austeridad.
»Muchos quieren que el cura les diga lo que quieren escuchar, pero eso ya se lo dice su hermandad durante todo el año. Me dan mucha tristeza casos como el de las Penas o el del Cautivo porque el cristiano tiene que dar testimonio y ellos han dado un testimonio equivocado. Me gusta más que me llamen para una charla formativa que para dar un culto.
–¿Cómo ve la relación entre la iglesia y las cofradías?
–Falta contacto base. Las cofradías son un potencial muy grande de personas y la Iglesia se debería aprovechar, pero también ambas partes tendrían que agachar la cabeza. Hay que buscar caminos que unan. Si nos centráramos en eso, en Málaga cambiarían muchas cosas. No se pueden ver como organismos paralelos, sino como instituciones que pueden valerse la una de la otra. También afecta mucho que las cofradías tengan su sede fuera de las iglesias. Mi concepción de una casa hermandad es más como un almacén.
–¿Quién necesita más a la juventud: las cofradías o el clero?
–Las dos. Más de la mitad del clero de Málaga tiene más de 60 años y por su parte, la juventud tiene mucho que hacer y mucho que decir en las hermandades. Tenemos que tomar el ejemplo de cofradías que han pasado de una junta relativamente mayor a una junta joven, por ejemplo Salesianos o el Monte Calvario, que me ha impresionado mucho. No se pierde nada. Los mayores están perfectamente integrados y ambas partes trabajan juntos por aquello que se fundó. Esa convivencia es posible y necesaria.
–¿De niño se imaginaba que un día desfilaría como sacerdote tras un trono?
–Yo estudiaba piano y lo que me gustaba era tocar el órgano en las iglesias de las cofradías y, de hecho, empecé así y así sigo. Además nunca he sido de salir en una hermandad porque, si salgo en alguna, me pierdo el resto. Las dos únicas veces que he salido en una cofradía fueron en Santa Cruz, de timbal en el frente de procesión, y en 2014, acompañando a la Virgen de la Salud de promesa.
–¿A qué imagen le reza?
–De Cristos, le rezo mucho y le tengo mucha devoción a Nuestro Padre Jesús de Alhaurín El Grande. Me impresiona mucho que sea un Cristo vivo y refleja lo que es ser cristiano, que es cargar con tu cruz. Sin embargo, a pesar de que carga con ella, siempre tiene la cara serena. Y de Virgen, a Santa María del Monte Calvario. Esto viene por muchos motivos. En esta casa me han acogido muy bien siempre. Yo veo la ermita del Calvario como una casa de Dios, en la que todos somos hermanos unidos por nuestra madre. En los momentos de enfermedad o debilidad espiritual he recurrido a ella. La imagen me recuerda a la gente que hay alrededor y eso me lleva también a tenerle mucha devoción.
–Hace unos días nos dejó el obispo emérito Antonio Dorado Soto. ¿Qué recuerdo guarda de él?
–Es una persona que siempre que tenía un encuentro con él acababa riendo. Guardo con mucho cariño la carta que me escribió para pasar del grado ‘Introductorio’ a Primero en el Seminario, en la que se despidió así: «Tu amigo, tu hermano y tu obispo». Y así lo considero yo para mí. Además, mis diez años en el seminario menor fueron junto a él.
–Sus ordenaciones como diácono y como sacerdote han sido bajo el pontificado de Francisco. ¿Qué opina de la llegada del nuevo Papa?
–Veo una relación muy bonita entre Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Juan Pablo conoció el mundo, Benedicto fue el que, después de conocer lo que Juan Pablo recorrió, marcó las bases para que ahora Francisco lo lleve a la práctica. Francisco no ha cambiado nada sino que ha adaptado lo que había a una forma distinta para que llegue a más gente.
Fuente: religionenlibertad.com
por Marta Jiménez/DiarioSur