Debemos la construcción de la primera capilla del Santuario de Chimayo a don Bernardo de la Encarnación Abeyta, quien se instaló en Chimayo al contraer matrimonio con una de las hijas de la familia Chávez. La familia Chávez llevaba varias generaciones residiendo en Chimayo.
Don Bernardo se dedicaba principalmente a mercadear. Por ello, solía viajar hasta Durango y otras poblaciones del sur del Camino Real para comprar mercancías que luego vendía en Chimayo y sus alrededores.
Durante la noche del Viernes Santo de 1810, mientras don Bernardo hacía penitencia en uno de los calvarios (colinas) que rodean el lugar conocido como El Potrero, vio una luz que llamó su atención. Atraído por la curiosidad descendió del calvario para averiguar su procedencia y se vino a topar con un crucifijo que semienterrado sobresalía de la tierra. Don Bernardo pensó que aquel descubrimiento se debía a los efectos de la erosión que lentamente había ido desenterrando la imagen pero también creyó que se trataba de una iniciativa divina.
El crucifijo fue llevado en procesión hasta la iglesia de Santa Cruz de la Cañada. Sin embargo, la tradición cuenta que volvía a aparecer en el mismo lugar donde había sido hallado. Esto ocurrió tres veces, después de lo cual los vecinos del Potrero, con don Bernardo a la cabeza, se convencieron de que había que construir una capilla para albergar el crucifijo.
Hay una carta del P. Sebastián Álvarez aconsejando al obispo de Durango que otorgue el permiso para que se pueda construir la capilla en el lugar donde el crucifijo fue encontrado. En dicha carta el párroco de la iglesia de Santa Cruz de la Cañada ya hace referencia a los hechos extraordinarios y curaciones que están ocurriendo en Chimayo y su convencimiento de que una iglesia en tal vecindario hará mucho bien a las familias que viven allí.
La capilla dedicada al Cristo de Esquipulas se construyó en una propiedad de don Bernardo Abeyta. Él y sus descendientes fueron los dueños de la capilla hasta 1929, cuando John Gaw Meem, en nombre de la Sociedad Preservacionista de Iglesias y Misiones de Adobe de Nuevo México, la compró a la familia Chávez.
John Gaw Meem, presidente de la Sociedad Preservacionista, lideró los trabajos de restauración de la capilla. Poco después la capilla fue donada a la iglesia católica.
Don Bernardo se dedicaba principalmente a mercadear. Por ello, solía viajar hasta Durango y otras poblaciones del sur del Camino Real para comprar mercancías que luego vendía en Chimayo y sus alrededores.
Durante la noche del Viernes Santo de 1810, mientras don Bernardo hacía penitencia en uno de los calvarios (colinas) que rodean el lugar conocido como El Potrero, vio una luz que llamó su atención. Atraído por la curiosidad descendió del calvario para averiguar su procedencia y se vino a topar con un crucifijo que semienterrado sobresalía de la tierra. Don Bernardo pensó que aquel descubrimiento se debía a los efectos de la erosión que lentamente había ido desenterrando la imagen pero también creyó que se trataba de una iniciativa divina.
El crucifijo fue llevado en procesión hasta la iglesia de Santa Cruz de la Cañada. Sin embargo, la tradición cuenta que volvía a aparecer en el mismo lugar donde había sido hallado. Esto ocurrió tres veces, después de lo cual los vecinos del Potrero, con don Bernardo a la cabeza, se convencieron de que había que construir una capilla para albergar el crucifijo.
Hay una carta del P. Sebastián Álvarez aconsejando al obispo de Durango que otorgue el permiso para que se pueda construir la capilla en el lugar donde el crucifijo fue encontrado. En dicha carta el párroco de la iglesia de Santa Cruz de la Cañada ya hace referencia a los hechos extraordinarios y curaciones que están ocurriendo en Chimayo y su convencimiento de que una iglesia en tal vecindario hará mucho bien a las familias que viven allí.
La capilla dedicada al Cristo de Esquipulas se construyó en una propiedad de don Bernardo Abeyta. Él y sus descendientes fueron los dueños de la capilla hasta 1929, cuando John Gaw Meem, en nombre de la Sociedad Preservacionista de Iglesias y Misiones de Adobe de Nuevo México, la compró a la familia Chávez.
John Gaw Meem, presidente de la Sociedad Preservacionista, lideró los trabajos de restauración de la capilla. Poco después la capilla fue donada a la iglesia católica.
Hermoso lugar, totalmente diferente a lo que yo había visto en México y otras partes del mundo.
ResponderEliminarSe siente un ambiente de recogimiento y oracion a pesar de los turistas.
Totalmente recomendable. Visite lo, vale la pena!
Lugar que hace sentir una paz divina, lugar de recogimiento espiritual. Fue una bendición saber que existe este Santuario. Es una experiencia única, muy recomendable visitarlo.
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