domingo, 19 de mayo de 2013

EL DUELO DE UNA PEREGRINA, por Julio González, S.F.

Esta tarde una peregrina ha entrado en la oficina del Santuario y me ha pedido permiso para cantar ante la imagen del Cristo crucificado. Me ha dicho que su marido había fallecido hace unos días. Podía percibir el duelo en sus palabras y en la expresión de su rostro. Le he preguntado si la canción era religiosa y me ha dicho que sí. Entonces, ha cerrado los ojos y ha comenzado a cantar en la oficina. La canción trataba de un alma que era llevada al cielo por un coro de ángeles. Me ha sobrecogido la tristeza de su voz y también la serenidad con que entonaba la melodía. He necesitado solamente unos segundos para decirle que sí, que podía cantar esa canción en el santuario. Durante dos o tres minutos su voz ha inundado la capilla del santuario y nos ha regalado un momento de contemplación a los que estábamos allí en ese momento.

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