miércoles, 4 de mayo de 2016

Santuario de Meritxell: María en el País de los Pirineos

Siempre se dice que las montañas conectan con la trascendencia, y que cuando nos elevamos, nuestras sensaciones e intuiciones aumentan. Si eso es así en cualquier elevación, las sensaciones que puede aportar al visitante la llegada a Meritxell, el santuario del 'País de los Pirineos', merecen la pena con sólo imaginarlas.

Existe, también, en todas las culturas un lazo simbólico entre la montaña y el templo o santuario. Grandes y elevados por fuera como grandes cumbres, cavernosos y espirituales por dentro, los santuarios son, a su vez, siempre refugio; la perspectiva de descanso tras la caminata del peregrino. La oferta de la Ruta mariana de peregrinar a Meritxell, en este caso no sólo está ofreciendo experimentar la doble sacralidad del paisaje pirenaico y el edificio religioso, sino que además asegura el necesario descanso del peregrino, si se opta por relajarse en el cercano balneario de Caldea.

Un rosal tras la nevada

Cuenta la leyenda de la imagen de Meritxell que un pastor de esta aldea vio un rosal florido el día de Reyes, de camino a Canillo. Sorprendido por ver las flores en pleno invierno, rodeado su color rojo del blanco pirenaico, se acercó y descubrió a sus pies la imagen de la Virgen.

Después de misa, habiendo escuchado el testimonio del aldeano, todo el pueblo peregrinaría hasta encontrarse con la imagen de la Virgen, y le prometería la construcción de un retablo. Pero nunca se daría el caso de poder albergar la imagen en ese templo, ni en ninguno de los de los pueblos circundantes: la Virgen reaparecía bajo el rosal cada mañana, después de ser aposentada en cada iglesia bajo llave la noche anterior.

La señal contundente no tardó en llegar: un día que los aldeanos acudieron a recuperarla bajo el rosal, vieron una extensión de tierra a su lado limpia de nieve, y entendieron. A voluntad de la Virgen, allí mismo, en el camino, se levantó la iglesia.

Un incendio en la nieve: la memoria de Meritxell

Aunque parece imposible dotar de fecha la leyenda de la Virgen y su capilla primitiva, Santa María de Meritxell fue una imagen románica del Siglo XII. Talla de madera policromada, sentada con el niño en su regazo, destacaba por su "mano larga", una derecha desproporcionada que enfatiza la acogida y la bendición. Se trataba de la sabiduría del gesto, el atractivo de Meritxell. Porque dicen que dar la mano es poner en práctica la sencillez de la misericordia.

Esta construcción románica para el culto humilde, sería restaurada en el barroco. Pero en 1972 un incendio destruiría el viejo santuario, haciendo necesarias nuevas edificaciones y haciendo desaparecer la imagen de Meritxell. Sin embargo, la talla actual representa fielmente los rasgos característicos de la desaparecida. Meritxell sigue siendo la Virgen del gesto, la Virgen de la mano. También la Virgen de los zuecos, pues lleva los zapatos de las campesinas de las montañas.

El nuevo santuario

Obra del arquitecto Ricardo Bofill y sus discípulas Mariona Ridaura y Stéphanie Sansa, el edificio del nuevo santuario se inauguró en 1976. Grandes arcos de pizarra y piedra blanca conecta el Medievo y lo moderno, y la presencia de agua en el Claustro de los espejos recuerda, de nuevo, la relación entre un santuario y una caverna, lo sagrado y la naturaleza, lo que cautiva la mirada y lo que transforma el interior.

Santuario Nacional, rodeando su altar pueden verse las imágenes de los siete santos titulares andorranos. Declarado de Interés Cultural por el Gobierno Andorrano, este lugar obtuvo de mano del Papa Francisco un reconocimiento todavía más importante: el nombramiento como ‘Basílica Menor'.




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