lunes, 3 de diciembre de 2012

SANTUARIO DE CHIMAYO 1813-2013: Hace 200 años... colocación del primer ladrillo de adobe Entrevista a CHARLES CARRILLO, Ph.D., historiador y santero.


Puedes leer la entrevista en la revista del Santuario de Chimayo, n.1






















SANTUARIO: Charles, preséntate y explícanos tu interés por la historia del Santuario de Chimayo.

CHARLES CARRILLO: Mi nombre es Charles Carrillo. Mi familia hechó raíces en New Mexico hace muchas generaciones. Mi interés por el Santuario tiene al menos tres motivos: mi abuela Ignacia Abeyta Carrillo tenía una gran devoción al Santo Niño de Atocha. Vivía en Abeytas, New Mexico, y era descendiente de don Bernardo Abeyta. De niño me llevaba con ella en peregrinación a la capilla del Santo Niño en Zuni. Le llevábamos ropa y zapatitos. Tengo un grato recuerdo de aquellas peregrinaciones con mi abuela. Siendo adolescente conocí la historia del Santuario de Chimayo y me di cuenta de que nuestras peregrinaciones eran como las que otras familias hacían al Santuario de Chimayo. La tradición de llevarle zapatitos al Santo Niño de Atocha es una manera de expresarle nuestra fe y esperanza. Cuando conocí a la que hoy es mi mujer, Debbie Trujillo -ella es de Abiquiu-, hablábamos mucho de nuestras tradiciones familiares e íbamos a menudo al Santuario para rezar. En 1980 nació mi hija, Estrellita de Atocha y nuestras visitas al Santuario se multiplicaron. Por esos años surgió mi fascinación por la tradición de los santeros y comencé a tallar santos. En el Santuario encontraba inspiración. Casi al mismo tiempo empecé un doctorado en antropología en la Universidad de Nuevo México. Me interesaba sobre todo el Nuevo México de la época colonial y empecé a coleccionar todo lo que encontraba sobre el Santuario. Fue el principio de una proyecto que dura 30 años y continua. Brevemente, tengo una triple conexión con el Santuario: 1. La devoción del Santo Niño; 2. Mi hija Estrellita de Atocha, y 3. Mi archivo e investigación histórica sobre el Santuario y don Bernardo Abeyta.

SANTUARIO: Hace 200 años se colocó el primer ladrillo de adobe del Santuario con la aprobación del Obispo de Durango, México, y el apoyo del P. Sebastián Alvarez, de Santa Cruz de la Cañada; sin embargo, la capilla dedicada al Cristo de Esquipulas era una capilla privada y pertenecía a don Bernardo Abeyta. ¿Era esto normal en aquel tiempo?

CH. CARRILLO: Aunque tener una capilla no estaba al alcance de muchas familias, algunas sí pudieron construir la suya. En aquella época se construyeron tres capillas con licencia en Santa Fe, y muchas otras en los pueblos y placitas de Nuevo México. Los Genízaros (esclavos nativos americanos) también tenían tres capillas propias. Había dos capillas privadas en la región de Talpa y otras capillas privadas se construyeron en Albuquerque. La mayoría ya no existen.

SANTUARIO: ¿Por qué la historia de las dos capillas del Santuario de Chimayo ha sido distinta de las otras capillas con similares características en Nuevo México?

CH. CARRILLO: El Santuario es diferente, su historia es única por ser un lugar de sanación. La investigación que he realizado junto con otro estudioso de la materia, Felipe Mirabal, muestra que años antes don Bernardo Abeyta construyó una hermita en el mismo lugar. Los peregrinos venían para rezar una novena al milagroso Cristo de Esquipulas. Debido a la afluencia de peregrinos, don Bernardo decidió construir una capilla más grande. No debemos olvidar que además era mercader y el Santuario vino a ser no sólo un lugar de oración y devoción sino también un lugar donde los peregrinos compraban o cambiaban bienes y artículos religiosos. El número de visitantes fue en aumento al mismo tiempo que la devoción al Señor de Esquipulas también se extendía. La capilla vecina de los Medina, construida décadas más tarde, propició cierta competencia y, desde entonces, todo el Potrero empezó a considerarse como un lugar de peregrinación y devoción. El Santuario de Chimayo se convirtió, entonces, en una icono de la espiritualidad católica del Nuevo México colonial.

SANTUARIO: ¿Quién era don Bernardo Abeyta para los vecinos de Chimayo en 1813?

CH. CARRILLO: Estoy convencido de que mucho antes de que don Bernardo comenzara la construcción del Santuario ya era un lider entre los vecinos de Chimayo. En mi opinión, don Bernardo fue la persona que introdujo la Hermandad de Sangre de Cristo, más tarde conocida como La Cofradia de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Mi investigación indica que él fue quien introdujo la devoción al Cristo de Esquipulas incluso antes de que el Santuario se construyese. En resumen, don Bernardo Abeyta unió aún más a la comunidad con una espiritualidad. No debemos que olvidar, además, que fue un mercader listo y hombre de negocios.

SANTUARIO: Conoces muy bien el trabajo de los hermanos Aragón y Molleno en el Santuario de Chimayo. Estos santeros, junto con otros, nos hacen pensar en una Edad de Oro del arte religioso en esta parte del mundo hace siglo y medio. Pero el norte de Nuevo México estaba muy lejos de ser importante en el Nuevo Mundo. ¿De dónde vinieron estos artistas? ¿Es una coincidencia que don Bernardo Abeyta, los hermanos Aragón y Molleno se encontrarán en Chimayo?

CH. CARRILLO: Hace unos años publiqué con José Antonio Esquibel, un estudio sobre los primeros santeros en Nuevo México. Todos los pintores y escultores conocidos en Nuevo México de los siglos XVIII y XIX están catalogados en los archivos documentales como “pintores, escultores o maestros”. Creo que muchos que están catalogados como carpinteros también tallaban imágenes. Los dos Aragón eran hermanos. José Manuel Benavides, conocido hoy como el Santo Niño Santero, era su primo, y José Atenacio Casados era cuñado de los Aragón. Todos estos artistas, incluido Molleno, estaban emparentados. Todos procedían de la Villa de Santa Fe y formaban parte de una cofradía de maestros de obras religiosas.





















SANTUARIO: In 1857, don Severiano Medina construyó una segunda capilla dedicada al Santo Niño de Atocha. Desde entonces, ha habido épocas en que esta nueva capilla parecía más importante que la construida por don Bernardo Abeyta para acoger el crucifijo del Señor de Esquipulas. Pero también la capilla de los Medina pasó por un tiempo de abandono hasta que fue vendida al Arzobispado de Santa Fe, seguiendo los mismos pasos que la capilla de don Bernardo Abeyta. ¿A qué piensas que se deben estos altibajos en las creencias y tradiciones de Chimayo?

CH. CARRILLO: Un estudio reciente sugiere que la capilla de los Medina pudo haber comenzado siendo una morada o lugar de encuentro de los penitentes. Si esto es cierto, la comunidad olvidó el origen de esta capilla. También creo que se produjo una sana competición en la comunidad y la familia Medina supo sacar provecho rivalizando con la capilla de don Bernardo Abeyta. La devoción al Santo Niño de Atocha parece haberse desarrollado mucho durante ese tiempo y puede explicar la cercanía de ambas capillas compitiendo por la atención y el apoyo de los vecinos y visitantes.

SANTUARIO: Estás escribiendo un libro, “el libro” según algunos amigos, sobre el Santuario de Chimayo. ¿Qué temas son los que más te interesan y quieres que el lector encuentre en tu libro?

CH. CARRILLO: Junto con el historiador Felipe Mirabal, estoy escribiendo un libro conmemorativo que explique la historia del Santuario desde su origen hasta la actualidad. Mi deseo es contar la historia de una devoción muy arraigada en Chimayo y entre los creyentes que peregrinan al Santuario. Quiero explicar a los lectores la historia completa: la vida y la época de don Bernardo Abeyta, su historia y la del Santuario como un lugar de devoción al Cristo de Esquipulas, y el desarrollo de esta devoción a través de las peregrinaciones al Santuario.

SANTUARIO: ¿Crees que el Santuario de Chimayo puede influir en las personas que vienen de otros países y culturas, o seguirá siendo la capilla de la comunidad local y un lugar donde vender productos regionales a las familias del valle tal y como lo fue hace doscientos años?

CH. CARRILLO: El Santuario continurá transformando las vidas de quienes llegan hasta aquí. Muchos no son creyentes, sin embargo, yo creo que con el tiempo “entenderán” nuestras tradiciones. La fe de mis antepasados continuará inspirando a las nuevas generaciones.

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